El secreto para salir victorioso de cada una de nuestras pruebas está en la intimidad que tengamos con Dios.
Debemos vivir una vida de rodillas ante Él, porque en nuestras rodillas está la clave… en ellas hay poder.
Cuando oramos a Dios con fe, algo sucede en nuestro interior. A través de tu oración, Dios por medio de su Espíritu Santo nos muestra lo que está bien y lo que está mal.
Ni tú, ni yo, ni nadie, puede permitirse que sus rodillas se debiliten. Aún quebrantados, tenemos que seguir peleando nuestras batallas de rodillas.
Porque hay cosas en las que Dios sólo puede obrar cuando nosotros se lo permitimos.
Entremos al tiempo de Dios. No le digamos a Dios cuán grande es nuestra prueba; sino que le digamos a la prueba cuán grande es nuestro Dios.
¡Desafía la montaña doblando las rodillas!
¡Tu vida será bendecida!
¡Recibirás las fuerzas para seguir luchando!